Juan 19:17
“Tomaron, pues, a Jesús, y Él salió cargando
su cruz al {sitio} llamado el Lugar de la Calavera, que en hebreo se dice
Gólgota”
Se reveló el
silencio al albor de las nubes rojas.
Alguien susurra con las palabras del viento,
solo une vida
y destino,
la hora hostil
gotea en la médula de la esperanza.
Las cicatrices
del miedo son crueles,
no llaman a
la razón,
llaman al
suicidio de la verdad.
Es un
hombre enjuto, piel traslúcida,
huesos firmes
de convicto,
voz de miel que
seduce al perdedor,
a la hembra
derrotada,
al ser humano que busca una luz en la noche,
el que predica.
¿Qué delito
hay en un sueño
que iza la
estatura de la inocencia hasta su dignidad huérfana,
hasta el río
de la luz que atraviesa la sed del mundo
con su trino
de ilusión,
con la
hermandad de quien entiende la fría elipse de los cometas?
Yo le veo
como un espíritu de carne,
de pulpa
roja, de herida insomne, liturgia del dolor,
éxtasis del
cactus que vierte su sangre carmesí
sobre la
tierra calcinada.
Tiene un
nombre y un designio,
le acusan, con la hiel en los labios
de impiedad,
el Sanedrín
ya ha firmado su sentencia,
desde su
trono de plata el ortodoxo Caifás, sonríe.
El aguamanil
de Pilatos, espera.
Sufren las
madres, sufre el proscrito,
la plebe exige
desde las columnatas del templo
la pronta
ejecución,
hay un fervor
sediento que rocía la carne del mártir,
los pájaros
vuelan en círculos con cintas de amargura en sus frentes.
“Observad al
rey de los judíos,
ahora es solo
un sanguinolento títere”,
dice el
guardián de boca desdentada.
En la cabeza
un atributo de espinas,
sobre los
hombros el travesaño de madera,
descalzo
camina, son los insultos una forma del delirio,
escupen, flagelan,
aúllan
los soldados
mientras se arrodilla el Ecce homo,
se levanta,
recorre diez pasos, suda sangre,
roen su piel
las cicatrices abiertas,
suda amor
bajo su desnudez de niño;
a la quinta
caída, Simón, apiadándose
levanta con
vehemencia la cruz,
una mujer
enjuga su rostro,
gritos de
odio, jauría de humanidad,
una ola de
ignominia recorre las venas del aire.
¿Y cuál es el
destino final, qué burla es la crucifixión
si la
eternidad se intuye tras el sacrificio?
Lloran la
madre y el discípulo amado,
pero hay
truenos en la lejanía y esperanza en los ojos del mundo.
Será el
estertor el fin de un hombre, será también el comienzo de una fe,
la infinita corriente por donde navegará el corazón de la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario