viernes, 21 de enero de 2022

Ecce homo

Juan 19:17

Tomaron, pues, a Jesús, y Él salió cargando su cruz al {sitio} llamado el Lugar de la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota”

Se reveló el silencio al albor de las nubes rojas.

 

Alguien susurra con las palabras del viento,

solo une vida y destino,

la hora hostil gotea en la médula de la esperanza.

 

Las cicatrices del miedo son crueles,

no llaman a la razón,

llaman al suicidio de la verdad.

 

Es un hombre enjuto, piel traslúcida,

huesos firmes de convicto,

voz de miel que seduce al perdedor,

a la hembra derrotada,

al ser humano que busca una luz en la noche,

el que predica.

 

¿Qué delito hay en un sueño

que iza la estatura de la inocencia hasta su dignidad huérfana,

hasta el río de la luz que atraviesa la sed del mundo

con su trino de ilusión,

con la hermandad de quien entiende la fría elipse de los cometas?

 

Yo le veo como un espíritu de carne,

de pulpa roja, de herida insomne, liturgia del dolor,

éxtasis del cactus que vierte su sangre carmesí

sobre la tierra calcinada.

 

Tiene un nombre y un designio,

le acusan, con la hiel en los labios 

de impiedad,

el Sanedrín ya ha firmado su sentencia,

desde su trono de plata el ortodoxo Caifás, sonríe.

El aguamanil de Pilatos, espera.

 

Sufren las madres, sufre el proscrito,

la plebe exige desde las columnatas del templo

la pronta ejecución,

hay un fervor sediento que rocía la carne del mártir,

los pájaros vuelan en círculos con cintas de amargura en sus frentes.

 

“Observad al rey de los judíos,

ahora es solo un sanguinolento títere”,

dice el guardián de boca desdentada.

 

En la cabeza un atributo de espinas,

sobre los hombros el travesaño de madera,

descalzo camina, son los insultos una forma del delirio,

escupen, flagelan, aúllan

los soldados mientras se arrodilla el Ecce homo,

se levanta, recorre diez pasos, suda sangre,

roen su piel las cicatrices abiertas,

suda amor bajo su desnudez de niño;

a la quinta caída, Simón, apiadándose

levanta con vehemencia la cruz,

una mujer enjuga su rostro,

gritos de odio, jauría de humanidad,

una ola de ignominia recorre las venas del aire.

 

¿Y cuál es el destino final, qué burla es la crucifixión

si la eternidad se intuye tras el sacrificio?

 

Lloran la madre y el discípulo amado,

pero hay truenos en la lejanía y esperanza en los ojos del mundo.

Será el estertor el fin de un hombre, será también el comienzo de una fe,

la infinita corriente por donde navegará el corazón de la historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario