Mis heridas tienen distintos nombres.
Unas sangran luz,
otras aguijonean el corazón
con una voz, inútilmente, repetida.
Las hay que sobreviven en los espejos como una
cicatriz de azogue.
Heridas tengo que invocan palabras en la memoria,
salpicaduras
de amargor que estallan una y otra vez en mis
soliloquios.
Voy a poner a mis heridas un nombre,
uno solo, un nombre cualquiera
entre todos sus nombres.
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