Al principio claridad, playas inmensas,
soles por descubrir.
La caricia de la madre y los juegos en el alcázar de la luz,
toda la naturaleza en tu vientre como un jardín eterno.
Se desdoblan las espigas y son diecisiete los latidos que te nombran,
allí has comprendido que hay ejércitos en la sangre
y amapolas rojas en la sienes.
Y llega, el azul del compromiso,
los años quieren una señal
algo así como un cadena donde no puedas describir tus sueños.
Tú no ignoras que los viajes no tienen vuelta,
lo comprendiste en una mañana gris,
de lluvia y cal sobre tu cráneo de huérfano.
Has logrado el compromiso de un camino por andar,
ríen los besos, comulgan las esperanzas,
descubres un oasis sin vertederos.
Nace la crisálida de una tenaza,
ya la luz es simple y los meteoros no pueblan
los cielos de la edad.
Yo he vivido los torrentes, la calma y el viento amargo de la duda,
los bosques sin altar y los ruidos que nadie escucha
en las noches desahuciadas.
La vida es una telaraña resplandeciente,
crujen sus hilos de plata entre tus nalgas,
aunque reconoces el sinsentido
una perla de ensueño guía tus hombros de desventura
hacia el agua de los dioses a la que llaman día perpetuo,
imagen de ti en los espejos de las sombras.
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