Todavía en el cansancio hay luz.
Los campos relumbran al sol,
el cielo roba el azul de tu iris,
la mies y los olivos, el agua como un surtidor de vida
regará las raíces del perdón.
Pero tú callas como una venda dulce,
pero tú inscribes en el tiempo que amanecemos juntos
una águila sin piedad que se lanza al ayer
con la ternura rota.
Acudimos al verso que nos une
para que la sed encuentre un rumor de manantial
o un aljibe y su melodía frágil.
Está la nomenclatura del hijo con apellidos impares,
está la piel y ese acento carnal de los cromosomas
con que creímos iluminar la noche.
Nos ignoran: el dibujo inútil de los pájaros,
la semilla seca, la bruma en las colinas,
los horizontes que transitan esos lánguidos mensajeros de la nada,
los automóviles fugaces.
De un mismo río surgen las corrientes bravías y los lagos,
la quietud y la torrentera,
el trino del agua como un canto de líquenes
en tu pelo de ninfa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario