lunes, 28 de enero de 2019

La venganza del personaje ignorado(el guardadamas de Las Meninas)



Nicolasito, Nicolasito, ¡deja en paz al mastín!
¿Por qué observamos a la niña en su nimbo de luz?
Veo la calzas de don Diego, las meninas obedientes,
el búcaro, -ay! que te sorprendí, Silvia, mirando a tu sombra
o al esbozo de los reyes o a ti misma en la pintura-.
Sonríe doña Margarita, bucles dorados, impúber entre ropajes argentinos,
sorprendida por el oro de los pliegues, amenaza la luz con la paciencia del día.
El pintor se obnubila ante el esbozo, mentalmente hiere el devenir,
crepita en su ser la magnitud del lienzo.
MariBárbola, hostil, maciza, casi granate,
es una extraña en la atmósfera de la cautividad.
Nicolasito,¡¡deja ya al mastin!! Y yo, en la penumbra del trasluz,
inquiero verdades, soporto el imperio de una estirpe fatua,
la mujer que diserta no me atiende, el curioso perfil de la reina no me invoca.
Gorgueras, jubones,basquiñas,verdugados, joyas y relieves,
el blanco y el negro, la claridad que apenas fulge en la plenitud de la sala.
Y todo inmóvil, estático como en un reflejo: la puerta donde se diluye el aponsentador,
cuadros de mitos insomnes igual que ropajes ambiguos sin densidad ni hoy.
Nadie me dijo que sería nadie ante los ojos del mundo.
Denuncio, pues, la impresión altiva que don Diego desdeñó
al convertirme en el rostro desvaído, la bruma en la escena
de este óleo que, negando su gloria, para siempre maldigo.

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