Te escribo desde el colibrí que matamos.
Toda la ternura fue una hoja que habitó la noche de las noches.
Pétalos de azúcar en los labios
y un roce de músculos y un éxtasis que negó su luna.
¿Cómo se almacenan los relámpagos que no existen?
La memoria es luz entre las sombras,
un círculo invertebrado que retorna al silencio de las máscaras.
El capullo de una flor se alza contra el miedo,
pero luce breve como la nube o el fósforo
que ya no alumbra en el desliz de un sueño.
Yo sé que la caricia es un pájaro que lame impertérrito
la oscuridad que nos viste.
Confía en el que fui al verter mi infinitud
en la piel que se dibuja ausente cada vez que se asoma a los espejos.
Allí sorprenderás a la lágrima que cae tierna
en los abismos.
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