Ya es hora que tú sepas que solo escribo por ti.
Cada suceso, cada raíz, cada memoria común
es una letra que te llama.
Trazo los laberintos del verso con la yugular de tu nombre.
Si no descubro la metáfora que te alegre el día,
negras nubes se arrastran como serpientes
que dibujan un desliz.
Toda la verdad de mis inútiles anhelos
gira y te invoca como plenitud, origen, meta y candil de mi piel apóstata.
Si alguna vez escuchas a las fibras de tu corazón que proclaman la luz
no olvides que vivimos juntos el éxtasis de los instantes,
la placidez y la medianoche en el fulgor, el himen y la tiniebla,
las Itacas que nos devolvieron a la singladura
de los barcos perdidos en los confines del silencio.
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