Plantas tropicales habitan la isla.
He visto rubís blancos en la arena,
desde el talud todo es mar o sueño de mar en el corazón cautivo.
¿Y el vergel de las ondas azules o las galaxias de la noche?
¿Dónde las perlas y el cenotafio que amparó lunas y espejos?
Se desploma la calima como un animal herido,
veo la bruma que cubre el atardecer del volcán
y pienso en el origen del tiempo,
su invisible canción de astrolabios, raíces, primaveras encendidas.
Soy un pájaro joven que vuela entre la cal oscura y el palmar,
soy el asfalto que cubrirá el trasluz de las horas diáfanas.
Sin voz, sin penumbra, desnudo ante los viejos árboles que no mueren,
el acantilado que fue frente de un dios sobre los círculos de la leyenda
escribe episodios salvajes de lamentos y locura.
He perdido mil insignias, a cambio conocí la amistad:
una rama que se entrega a otra rama sin preguntar por su caída.
Lo demás, pechos que vislumbré entre el napalm de la Ginebra,
playas en invierno, mudos aullidos al caer del cenit de una ola,
la tristeza astral de saberme lágrima en la infinitud
o presagio de una lucidez sin ventanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario