Apura el silencio un orgasmo.
Mudo, entretejido al tiempo,
evanescente y rojo,
boca inmóvil,
astucia en el brillo de la porcelana,
recóndito su aliento en el azogue,
pantera que me mira desde el océano
de la quietud.
Compañía que se sobrepone a mí
como una capa invisible de laxo azul,
sus ejes en mis pupilas,
la canción amortiguada no finge armonía,
late en el interior de un músculo
con la mordaza de la luz,
es aire sin trueno,
voz que no aúlla,
claxon fallecido
entre los coches de una vía.
Su esplendor ensimisma,
hablan los caídos,
los túneles, el mar,
la memoria sufre en un susurro inaudible,
los besos son solo tacto,
la lengua odia el chasquido de la masticación,
la risa, el llanto, la confidencia,
el grito contra el huracán que nos aterra,
los mil cráteres de la sintaxis,
esa pared que repite como una letanía
palabras y palabras que ya no escucho.
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