A mi hermana, Elena, que ya no está
Cómo volver a lo no sido.
Ausencia más que historias(juegos bajo la camilla
donde tú eras la deidad y ninguna la sombra),
episodios que hacen que la desnudez
no escriba la verdadera mansedumbre,
un gesto de rebeldía
cuando la pubertad se anuncia en los pómulos
que han destejido el pudor.
No recuerdo más que trazos invisibles,
no estás, ni estoy,
es como una niebla el tiempo común
tan frágil, tan diluido y roto.
Llorabas por el vestido académico
que te abría la posibilidad del futuro
y fue aire el camino que entonces emprendiste
lejos de nosotros
hacia la razón de una ciencia infinita.
Pero la vida guarda témpanos
bajo el carmín de los días.
Y guarda el eclipse que un alma joven no sabe ver
porque amanece en la entrega y en la luz.
La decepción es una corona negra
(¿dónde las dalias del dolor encendieron en ti su locura?)
que te viste sin esperar las noches que asoman
en la lentitud de tus manos.
El pensamiento urde trampas mortales,
su alquimia se bebe como un veneno
y no deja rastro de añoranza.
Una vez me pediste la moneda del refugio y mí cobardía dijo no.
Perdóname pues no supe entender el grito
que se escondía tras la mecánica de un teléfono.
Me gustaría rescatar la luz para ti,
que fueras la flor nueva que resplandece hasta morir,
no de duelo sino de eternidad,
no de sangre sino de armonía y cántico
en todas las voces que te nombran.
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