Probablemente tú ya no seas tú
pero yo tampoco soy yo.
Sin embargo los lugares existen,
los mismos trenes llegan a su hora,
los calendarios transcurren
con la indiferencia que conocimos al regresar del tiempo
y ser la nostalgia del hoy.
Permíteme que mi palabra no descubra el ardid,
permíteme la luz insomne de la melancolía
en los raíles imperfectos de la edad.
Te hablaré como un niño habla a la flor,
sin mirarte,
solo aspirando el aroma de los pájaros
que huyen de este cielo sin huellas.
¿Qué fue del canto o de las pisadas que cautivamos,
qué de la gloria húmeda de inviernos
en que el amparo era múltiple
y tu presencia el hogar bendecido?
Es posible que ya no reconozcas nada,
el olvido es un monstruo azul
que se entretiene con las llamas del futuro.
Déjame decirte que visité mares sin espuma
-porque la espuma se revolcaba en una arena tejida
de rostros tan parecidos al tuyo,
tan reales como una fotografía del alma
o del sueño y yo no quería ya tu voz-.
Y si has poblado mis días
fue por la inercia de este volar sin horizonte,
un camino en el que los espejos se adueñaron del porvenir
y pasearon las gallinas del frío su estandarte melancólico
de memoria obstinada,
de infantil sudor que nunca cesa de manar
tras el abrazo dulce del silencio.
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