domingo, 19 de marzo de 2017
Mientras el tren espera
Cuando veo tu inclinada tez
romperse en sonrisa
sobre las páginas de un libro
quisiera ser misterio de alguna historia invencible
como cicatriz en tu corazón.
Son las seis,
quizá las siete de la tarde,
la noche anochece
en el andén vacío.
De pronto he visto la sombra de tu cuerpo
sobrevivir a la rutina del viaje
mientras presentía cómo el pájaro oscuro del tedio
con sus plumas grises
inventaba para ti
un arco iris.
Pero no,
tú y yo somos el vértice
que abre las hojas donde la metamorfosis es un eje,
faro que puebla el talud que entra por los cristales
de este tren sonámbulo
que ama el silencio.
Sé que hay
un espacio sin huellas entre los días que no fueron,
por eso te invito a la incongruencia
de construir islas en el continente más poblado,
el que prorrumpe en proximidad
lo mismo que una sinfonía inacabada
que templara la sinuosa luz
de dos ríos que quieren su tránsito como caudal,
una orilla dócil tras la que desterrar el miedo.
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