Son dos palomas el encuentro, un hechizo,
la inquietud que sube por las venas del día.
Una mirada enciende el aire que simula la luz.
Yo vivo en el ayer de una isla, tú en el mercurio
de una muralla que llora. Abre las manos, no mires
la pregunta que amó la nieve, sueña con las ciudades escarlata,
con los ciclos que vendrán, con las fachadas blancas
donde se acuesta tu sexo. Somos un camino múltiple
de flores encarnadas, allí el río y la sed, allá los pasos
que vuelven a nosotros como un laberinto deforme.
En el vaivén de las olas se escucha la palabra común
que nos yergue para ser similitud de piel y clamor,
sonido irreal que grita en la noche su éxtasis de luz.
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