Ser tan extraño como el otro que aún no ha nacido,
sentir el ósculo del aire cuando abandonas la duda.
Y proseguir igual que un anuncio luminoso
en el desierto de todos los desiertos, parpadeando
al sol sin añorar el crepúsculo, distante como un labio
en el oasis, perdido en el haz de un faro cuya nostalgia
es un número. La edad, la mayúscula estrategia de las lianas
en que se columpia el futuro, lo que has dejado de ser al nombrar
el estallido, algo así como el arrebato, el estrépito, la ira
de un silencio inefable.
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