Ligas invisibles me alzan al cielo,
pende el cuerpo en una cruz de aire,
tensados los músculos
por la furia de los dragones azules.
Herida la sien, rotos los oídos
de escuchar el canto de los corifeos
sueño aún con los mares plácidos,
tu proximidad de luna, el eco de una ola
que se arremolina como una interrogación
entre mis pies pétreos
que no pueden caminar
tan henchidos de agua,
tan extraños al susurro inefable de la jauría.
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