lunes, 27 de marzo de 2017

Extranjero

Con la edad he perdido
la nostalgia del extranjero,
la sensación de urgencia
de las habitaciones furtivas,
el olor a comida rancia de las pensiones,
los ascensores extrañamente extraños,
el tránsito inútil de las calles sin nombre.

Con los años hice mío lo pasajero
-me apropié de estaciones vacías,
puse cemento en el corazón
para no mirar a los ojos del fuego-.

Le di el calor de una historia de viejo
a la más frágil de las ilusiones.
Al miedo de ser cometa y volar
en las azarosas orgías del viento
le puse el ancla de la tibieza.

Hay días en que aún me pesa la liviandad
de aquél tiempo sin patria ni casa.

Pero no es la nostalgia de haber sido
una vez navegante en tierra,
sino el acento de un desconocido país
lo que aún guardo en la memoria.

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