Una vez perdí un jersey. No recuerdo su color,
ni su textura, ni si era liso o no. Lo había tejido
mi madre con sus blancas manos. Yo no supe valorar
la ternura que ella puso en su quehacer. Sólo era
un niño. Perdóname, madre, por no haber cuidado
de esa prenda de amor que tú me diste. Perdona
el infantil olvido que aún me marca.
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