¿Dónde empieza lo que es mio y termina la multitud?
Recuerdo calles, plazas, suburbios, tierra y farolas
nunca encendidas. Los juegos como una metáfora
del porvenir mientras los años con su gong abstracto
percutían sin saberlo tú en mis venas blancas. Un crisol
revienta cuando invoco el perfil del mar, otras veces
los pasos buscan la amistad de la piedra en noches
de plenilunio o ambivalencia. Lo mio son cristales que
tiemblan cuando el viento azota las preguntas que mi faz
roza en la superficie ambigua de un vidrio, lo mio es la
duda de un haz infame, el roído ejemplo de la curvatura,
la bienvenida entre la niebla de un barco insolente. Lo mío
eres tú y tu ajedrez de niña(rayuela entre las olas, un trozo
de cuerda que se agarra a tus nalgas)el vaivén de lo que
nunca vuelve o flota en la cuadratura de los días como
un espejismo de ámbar. Lo mio es la mirada que transita
en soledad, alejada, turbia, comprometida con la luz
que invasora proyecta sobre mi un albor que me mantiene
vivo; aquí, en el instante en que vuelvo a ser el dios perdido,
el crucigrama que no encuentra la solución al enigma de
inventarme en el recuerdo de partir hacia esa Itaca que
ya no es isla, sino muerte.
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