Cada copo de nieve es una flor efímera.
Los veo desde la límpida atmósfera del cristal
como navegantes de un mar claro, irreal, pulcro.
¿Hay mensajes en este territorio invadido por el adiós
o es que los inviernos son este invierno sin raíles?
En la quietud tiemblan faros antiguos,
un brillar de palomas,
el frío del hierro
que no entiende la madura efigie del reloj,
el sonido simple de una maleta
que se arrastra con la conciencia, la vida,
la noche de un corazón roto.
Hay misterios que electrocutan la flecha de un destino
o su desconocida luz del azar.
¡oh, si! , para tu sueño era la huida
mientras las manos alzadas no lloraban
ni las golondrinas entendían
porqué el territorio del farol las desnudaba,
las atrapaba en su enjambre infinito.
Toma este tren
que lleva al abismo que conoces,
duerme en su vagones ambidextros
igual que una crisálida que no quiere amanecer
en la isla ignorada.
Busca o rebusca en tu interior
las alas amargas que no vuelan,
entiende que los versos nunca son azules,
su altura es la inquietud,
su arbitrio la seca raíz del tiempo.
Y serás feliz, porque solo razonas con la diferencia
y allí vives sin el eco de la lluvia,
desentendido de la música que tan bien conoces,
entregado al volcán, a la arena más negra,
al desfile de las únicas marionetas que amas.
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