A mi hijo, Juan
Siente el vértigo de los brazos invisibles,
la escama que crece alta como un sol frío,
siente las venas y su efervescencia de niña
alegre, siente la vigorosa caricia del aire, el
esplendor que llega a ti, a tu iris que es un universo
y una plegaria. Abre esos ojos que amamantan
tiempo, como una caja de música que se entregara
a la vida. Toda tu juventud es un árbol en fiesta,
no reprimas ni un solo aliento de amor, cada cosa
ha sido concebida para que se refleje en el día
del que huyes, despliega en abanico el inmenso
caudal que te posee. Vive como vive el animal,
ausente de si y de la muerte.
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