No es en plenitud que vuelve lo ido, solo un eco,
un contorno, un perfil o el trazo de una línea dibujan
en la memoria lo que un día fue denso, real, vivo.
Y aún así, pese a que ya no hay materia ni realidad,
pese a que ni el tacto, ni el olor, ni el oído, ni la vista
encuentran la firme presencia de lo que es instante único,
pese a que las palabras no hayan respuesta a mi voz
que interroga, explica, susurra o regala amor,
pese al silencio que jamás fue tan mudo como
la vida que es totalmente noche, pese a que tú
y yo ya no somos nosotros, seguirás aquí, conmigo,
sin piel, sin huesos, sin carne -es posible
que hasta sin alma-, y sin embargo, eterna.
 
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