Allí imaginé tranvías como peces surcando un río
que brillaba entre sombras, allí los ojos eran gemas
pulidas de blancura atroz, y no vi canciones de cristal
en la voz de los semáforos, ni tuve un sueño donde
a la mano del soldado le crecían dos alas de virtud,
en el aire un aroma de sal y una luz marchita como
de novia triste, pedimos un vino frío a la muchacha
de pechos grandes, a la vuelta un taxi sin memoria
nos arrojó a lo más profundo de la desnuda noche.
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