Y es que brota del corazón la misma música de alba
y oscuridad, arpegios, notas, letras en soliloquio,
flujo de aire con la flor híbrida de la cadencia,
pausa en la fiebre del círculo, química que vuela
por las colinas de la noche, y los párpados que escuchan
una voz, un sueño de guitarras, un crepitar de platillos,
un bombo, un bajo, ninguna imagen solo brillo que cala
en la luna vieja de la infancia un vástago carmesí,
folclore antiquísimo en la ternura del indiano, filosofía
de la luz en quien canta al sol del recuerdo, un hilo
desventurado, una cenefa de amor, un espasmo
de fuentes que trinan, el símbolo incorpóreo que va
y viene como una letanía y abraza mi inquietud,
mi vocación, mi alma recién nacida al viento dorado
del ensueño, las fibras de un estribillo, el frenesí
de la prosa rimada en frases que encajan como tiernas
flores de un jardín único, el baile sobre la alfombra de loto
y nieve, la ceniza en los labios tras el fin que la aguja
repite como un febril presagio, y la elucubración,
los versos inmolados por la cruz fugitiva del olvido;
yo veo en tus ojos todas las canciones del mundo, todas
las melodías que, sin ti, dejarían de ser pájaros libres.
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