Cuál forma se incrustó como gema en la piel
del agua, en los cantos antiguos donde no es azul
el mar, en el confín ya ahíto de palabras que conspiran
contra la luz, en la gran nave sin el cristal traslúcido
que nos permite descubrir la historia; solo un eco
de batallas que en la sima oceánica aún retumba
como círculos cuya sangre es el mito y no la cicatriz
bajo el coral; revive la naturaleza del tritón, la magia
de las sirenas que ya no anuncian con canciones alegres
la ingrávida sed del asombro; no sé si hubo flores
sobre la raíz del agua o canales de pura plata, si
espadín curvo o liso, si arco de huesos con flecha
de marfil, si honda o puñal, porque entre el ahogo
y el silencio no hay música que canten las anémonas
invisibles con el frenesí de un triunfo, ni luz ni faro,
ni artificio, ni huella fósil, ni fábula , ni oasis
de algas o edén, ni flor náutica, ni isla sin cielo,
leviatán rojo, meteorito arcano, hexámetros
que nombren al cíclope que tatuó en su espalda
las mil olas furiosas que sepultaron la Atlántida.
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