Y tú sigues.
Con los ojos tumefactos,
los pómulos heridos,
las cejas partidas,
la nariz mil veces rota.
Sin dentadura, sin labios, sin alma.
Ensangrentado
como si la sangre
fuera ahora
tu auténtica piel.
Ya sé que no puedes más,
que has caído para levantarte
una y otra vez.
Igual que Sísifo con su eterna roca.
Que ya no sientes dolor
porque el dolor lo respiras
a cada segundo
y sin él ya no sabes vivir.
Pero no claudiques.
Aunque sepas que vas a perder.
Porque no ignoras
que tu rival
es y ha sido siempre la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario