Caen letras
dormidas de mis pestañas.
Conté los
autobuses
-el
aburrimiento es eterno-
rojos, raudos,
igual que pájaros que huyen.
El dial
busca tu nombre, no encuentra ni tu voz.
La mañana
me odia,
nubes
negras, lluvia en los cristales,
frío
adentro.
Escribo una
carta para ti que, enseguida, rompo.
Me resulta
imposible olvidarte.
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