martes, 19 de marzo de 2019

Quizá tuvieras diecisiete

Fuiste la huella de la casualidad que asoma.
El tren como una habitación desnuda,
el hielo resquebrajándose bajo el calor de la piel.
Un libro que llama a tu voz, el frío de las estaciones,
el golpe rítmico de las traviesas.
El viaje es un semáforo dormido,
en el lugar que ocupas habitan las palabras de la ausencia
con su mudez de ónices.
No hay pasajeros al destiempo de un raíl gastado
ni horas que venzan el diapasón del azar.
Bajo la luz del andén imagino mi nombre en tu espalda.
Te dejo ir como una estatua
que no ha descubierto, todavía, su carne.

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