Tal vez pienses en los alares de la ciudad como una sombra.
Te sigo, te persigo más allá del rumor de las palabras y su armonía.
En la plaza los medallones lucen el intersticio del tiempo,
su semblante es el de la moneda que ha volado
hasta la forja de un balcón
bendecido por el aire añil de los días.
Se hace de noche y son los pájaros
los que anuncian el tenue visaje del atardecer.
Lo que dices toma su raíz en el tubérculo altivo de la juventud.
Lo sé por el halo azul que dejas en el corazón de las niñas
que al pasar tú
se alzan.
Hay rosas cilíndricas que huyen de tus bolsillos,
en los hombros pesa la infamia como un arbitrio insomne.
Si te han crecido alas,
aprende a imaginar el vuelo.
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