jueves, 7 de marzo de 2019

El paisaje que no muere

Esta casa me arrulla con su abrazo.

Mañana que vence a la noche,
la luz inventando un oasis de tiempo,
fotografías que renuevan el ímpetu del existir,
alfombras que heredan huellas
como dijes de un collar infinito.

Esta casa es un vientre donde ríe el destino.

Quiero que mi rostro
busque en los espejos los años que me nimban,
quiero ventanas abiertas al mundo del deseo,
quiero la ternura de los diálogos que crían flores marchitas.

Me asomo a este pasillo de ropajes antiguos.
aquí yace el teléfono y su carcasa negra,
cuadros que en mi interior son silencio,
los muebles y su delgadez de caoba rota.

Y, sin embargo, solo hay para mí un paisaje que no muere,
como un bosque que sobrevive al misterio,
así los días ebrios de la infancia
que graban en mis ojos un candil efímero
de brincos y cometas contra la vida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario