Es mi sombra la que vive en los espejos.
Por eso busco la diluida sed de mi rostro.
Al pasar espío mi cuerpo en la doblez del cristal,
nada existe sin la mirada abierta al perdón.
En el vaso, en el oro, en el pulido eje del nácar,
en la nube innombrable,
en los abismos que reflejan la luz y la memoria
hay rasgos que sudan jardines prohibidos por la edad.
Desnúdate en el temblor, escribe imágenes
en el borde antiguo de la vida,
huye de la pura certidumbre del níquel,
obsérvate como un lienzo sin maquillar
porque ya es hora que admitas
la prisión del tiempo en tus ojos.
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