Así, desnudo en el presente
como una isla
que en su interior
no iluminara el pasado.
Luz en la luz virgen,
ojos que por fin han abierto sus párpados,
lenguaje que empieza a silabear
las pasiones cercanas,
la querencia y la multitud.
Y cada día un sol nuevo
y cada noche
la certidumbre de encontrar tras el silencio
los mapas del azar
en mis ingles viejas.
Abrázame como si no me conocieras,
mírame con los ojos del primer alud,
siente el tizón bravío
que refulge en mis horarios cansados,
en tu crepúsculo sin negrura.
Algo, alguien, te convertirá en horizonte,
una fértil arcadia
donde soñarán los pájaros alegres.
En este jardín la flor surge como una ilusión blanca
de la que tú y yo somos cáliz.
Sin memoria, sin la piel herida,
sin los recuerdos que mueren,
tan solo un árbol que olvida el misterio
de un ayer que es mañana, hoy, futuro,
la sombra de un arlequín
que nunca se hubiera visto en un espejo.
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