jueves, 16 de febrero de 2017

La súplica

No me basta tu imagen
cuando el aire te columpia.

No me basta el susurro que llega extraño
entre la claridad y los pronombres
que nunca dije.

Quisiera poblarte con las lámparas de la noche,
tú junto a mí o yo junto a ti,
en ese vagón de cristales
donde los licores tiemblan y las sonrisas se elevan
con sus alas de murciélago
hacia los prismas
que derrotan la luz.

Ven a mi orilla,
ven si tus rodillas pueden sucumbir
al espacio de los cometas,
al viaje y al adiós,
a la cúpula de un mar en invierno.

Se agitan volcanes y en los labios llora la duda,
yo te imploro que estés conmigo,
que la música sea unísono grito de bienvenida
mientras libamos el silencio
y entre los dos crece la planta de la felicidad.

No es una invitación hacia el devenir,
es tan solo el reflejo de una arcadia
que simpatiza contigo.

Si la respuesta finge un arrullo inanimado
olvida los prejuicios y entrégate a la verdad
que en tus tobillos crece.

Quizá en la dormida esencia de los años
nos encontremos con las ajadas pieles del sinsabor,
ejerce entonces tu encanto,
silabea esa palabra que nunca oí
aunque sea mentira
y los dos, como las heridas de un río,
no encontremos un delta
ni una mueca ni un coro
que nos salve.


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