Alguien regresa al centro que ha perdido.
Una vez hubo una historia de brazos largos
y laberintos ciegos. No existía el nombre
ni la razón, ni tampoco la fidelidad del destino.
Llovían horas y voces sin querer. Habitaba
su halo el frágil crepúsculo del hogar. Líneas
finas tejidas por la araña de la costumbre.
Todo próximo al diapasón, todo ajeno a la curva
rota, al final del equilibrio. Un atisbo de vejez
escribe estos versos inútiles.¿Hay acaso la menor
duda?
No hay comentarios:
Publicar un comentario