Al principio es la sombra que completa tus días,
el juego que imagina un esplendor exacto.
Con los años se reduce su materia.
Como un árbol que empequeñece
descubre las cicatrices de su tronco
con gritos y júbilo, con la memoria de las olas,
el viento y los hallazgos.
Cuando los pilares del día ocupan su raíz
las miradas retroceden a los campos abiertos,
a la luz y a esa dulce libertad de la adolescencia y el rubor.
¿Dónde está el azul después del sacrificio,
en qué piel se van posando los segundos amargos
para que un cuerpo con la herida de su nombre
pueda concebir los paisajes y un misterio
que jamás dejó de ser amistad en las horas lúgubres?
Se dibuja ante mí un arco iris inmenso,
un éxtasis donde soy la huella infinita del olvido.
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