Cuando descubrí mi cuerpo era demasiado tarde,
demasiado tarde para la palabra, para el tacto y la noche.
Siempre esta mudez de algas insomnes que me cubre
como una coraza de desaliento. Vivo en mí con películas
que alguien rodó después del día, en el cansancio de la
nada, en un ayer sin oráculos, en un hoy sin ángeles.
Es triste vivir así. Besos.
ResponderEliminarTal vez los trenes sigan pasando. Un abrazo y gracias por comentar.
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