sábado, 18 de junio de 2016

El despertar

El orden limpio,
el sosiego blanco que mece las sábanas.

El sonido de la luz en todas las mañanas sin luz,
el olor del pan después de tu nuca,
las palabras apenas musitadas
que caen sobre el mantel ribeteado.

Mi voz y mis ojos
aman el despertar de un lunes
cuando en la lejanía se enciende el sol
sobre un mar brillante
y yo siento como tu cansancio se posa en la almohada
y un aire vago se cuela por las rendijas
de una celosía fundida por los rayos de agosto.

Hay minutos en que los ángeles duermen
como niños traviesos, sus alas ponen sombra al día,
su respirar unísono es blando
como el algodón del paraíso.

Quedémonos así,
que mi rostro no me pertenezca,
que su imagen pueble el cristal,
que viva en él como una isla sin tiempo.

Quedémonos así,
tú que aún buscas un unicornio oscuro,
yo que he dejado de ser melancolía
y ahora soy una luz que viaja
en ti, en tu noche.






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