Un suceso y otro.
Una mirada que es olvido,
un objeto que amorosamente depositaste
en la mesa de mármol.
La palabras que convivieron
en la silenciosa magia de un día,
la luz que parpadea como un artilugio de nombres
sin cáliz.
Son años de alcanfor y tiniebla,
armarios vencidos por el peso de historias inacabadas,
espejos que desnudan la costumbre
de saberse una verdad en el cristal.
Cada imagen exhibe en su aurora
la marca de un acto,
nada-ni mi cuerpo ni mi ausencia-
conmemora hoy su dibujo de galaxia
en mi horror desnudo.
Que lluevan telarañas
no es un ejemplo de ternura,
quiero abrir las ventanas,
que el aire penetre como un aullido
que imagina un sol bajo la nieve,
una pregunta sin padre,
una aurora que nazca en mis bolsillos.
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