Detrás de los abalorios hay un liso continente
que ampara al sol del deseo, en el roce puro
de la enagua, bajo el blancor que viste de rocío
tu intimidad, tras la floja caricia que el algodón
regala al suave océano que es como una nube quieta
el frío intuye un espacio donde verter su estéril temblor
de manantial que anuncia ya el fin del invierno, y así
la fina pátina, tu mapa inhabitado, el confín donde aún
nadie descubrió el tesoro que guardas se convierte
en un sueño que surca mi índice, sin otro rumbo
que el que señalan las venas azules de tu alba piel.
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