En su perfecta nitidez de mapa que dibuja los contornos de la piel,
el rictus que en el instante detiene su transcurrir por si se fija
en la memoria de la luz el frágil segundo que después morirá
bajo la paz de los relojes, la finitud que confunde ayer y mañana
con el flujo del río fugaz que nunca será vivencia de la piedra,
lo que ahora el espejo me devuelve, tan extraño a la fisonomía íntima
que engaña mis noches, ese inútil refugio que en el sepia de un papel
es magia del tiempo sostenida por la pose ya anciana de lo que fui,
y el misterio que nace de los ojos a los que llega el perfil
de mi estatura, el racimo de los días en que me desgrano
como cereal desnudo, la imagen que doy, jamás del alma,
únicamente la de un cuerpo que mira en derredor la única
realidad que para él existe, la de los otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario