martes, 30 de diciembre de 2025

El opositor en su habitación de estudio

 

Fue el invierno mi isla de palmeras bajo la fiebre

de una lluvia sin retorno, el ciclo de los días está

quieto con su pétrea luz que desnuda el pacífico

edén del silencio, y tú que fuiste cuervo con el disfraz

oscuro de las mañanas al sol cuando el ansia era tricolor

y en los ventanales un nombre sin apellidos, un perfil

de columna oblonga, una dalia de vientre azul morían

entre el vaho que mi índice dibujó en la sed de un vidrio

humedecido por la escarcha, y en mi habitación las alas

de un papel escrito con la tinta del sueño, la caoba negra

que acaricié con el músculo triste que anunciaba la dura

inclemencia del fracaso, el metal sin óxido de la lentitud

con horas de alquitrán sobre las páginas en flor de un único

texto que repite en el trasluz las oraciones que la singladura

de un vocablo no reconoce al vaciar el oro de su alba en el surco

de unos labios febriles, y la llamada del frenesí, y la polifonía

de los arabescos, y la raíz que no fue árbol ni nació al aire

de abril como un desliz de la primavera, y la encendida

voz del trino en la fuente de aquel jardín que en tus ojos

nunca vi diluirse bajo la luz sin estrellas de la noche.

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