Tú me ves inmutable, quizá roca o raíz, con la pasividad
inocente del árbol que disimula su latido bajo la corteza
estriada, en su armazón por el que corre la savia hay flujos
invisibles de temblor y ecos que crean paraísos fértiles
como lágrimas vivas que transcurren por la íntima quietud
de sus recónditos parajes, porque adivino luz en mis horas
ciegas, al fondo del cristal que ocultan mis párpados, en la sed
que teje mis sueños con los hilos de una imaginación desmedida,
en los pasos que sobreviven a la herencia circular del retorno,
al continuo devenir que dirige lo aparente, tan contrario
al oxígeno que nutre el doble recorrido de mi sangre.
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