Y ahora qué ha sido del pigmento, de la idea,
del ángulo, de la grácil nota, de la carne vertida
en el alma profunda del mármol, y en dónde la imagen
o el sueño que dio vida a lo invisible, la pasión, el goce,
las líneas que cruzan las vértebras del aire, el instante
que captó el fotógrafo tras un diafragma oculto, con
qué pálpito de hombre o mujer se recrea el hondo jardín
y nace lo bello como una flor ambigua que produce
una llama de asombro, un deleite fugaz que transita
sin freno por el gusto, la sensibilidad, el abismo
insondable de la luz que destella como un paraíso
que de pronto se vierte en ti y te abrasa con el goce
irreal de un fervor que solo por un momento ha sido tuyo.
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