miércoles, 19 de noviembre de 2025

El caminante sonámbulo

 

A contracorriente de la sed que divide el pensamiento

en la memoria de la isla sobrevive el sol de la virtud,

y no hay orden ni mesura, largas filas de páramos,

rojos vestíbulos que fueron de ámbar quedan en la sombra

de los líquenes bajo el mar oscuro de la mueca, y llueve

y no ansía la luz el oasis de la redención, vagan las alientos

por la cremallera rota del vestigio, lame el suspiro la bruma

de la incandescente esfera donde el suburbio es un episodio

de mar, olas que roban los perfiles del atardecer; y tú que fuiste

mi faro, a veces la sublime canción de los ángeles hoy te invoco

bajo la ardiente luna del ocaso, elevo mi bastón al cielo

de las vértebras blancas, camino hacia el sur con el alegre

grito de los pájaros que dan la espalda al vacío, y noto

el duro crisantemo bajo mis pies mientras de tus rodillas

nace una aluvión de espejos que dan al oriente como letanías

de sol en su andamiaje de astro senil; ven y siente el árbol de la luz,

la rosa del crepúsculo, la escarcha en el jardín que prohíbe

los sueños, la garza que dibuja iconos de marfil y atraviesa

el horizonte, la voz del lagarto que gime, la ciénaga feroz

como una estrella polar que dirige mi insomnio y concluye

la ceremonia de la lentitud con el frágil péndulo de un coloquio

de fémures, aspas que rotan entre la neblina que danza

lo mismo que un derviche entre el agua que rodea a mi cuerpo

ahora que cruza las orillas de un río sin puentes, jaras

que acompañan el murmullo de los gorriones que confunden

mi viaje con el refugio fértil de los añorados paraísos.

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