Qué secreto río esparce sus golondrinas de color por el envés
de mi conciencia, vi palabras que se orillaban con la voluntad
de ser raíz, sentí la dulzura del eco en la memoria mientras
una urdimbre brotaba desde el fondo de mi abismo, a través
del silencio, en navíos sin mar hacia las islas que no conocen
olvido yo recorrí las manglares del pretérito, cosí la claridad,
la nitidez, el frío espacio de los segundos con anillos frágiles
donde las horas que fueron resplandor aun iluminaban el misterio
de mi singladura, yo que sobreviví al miedo que es un felino voraz
en la sima del corazón, yo que ausente recorro los páramos del verbo
tanto como sus jardines de primavera fértil, yo que desdoblo en luna
la magia de un sol que crece en el alma de los espejos, dudo
ante el azar, hago títeres sin labios de palabras que nacen
en mí con la serenidad de una brisa en el albor, yo que evoco
lo imposible, lo que nunca será, lo que es iridiscente en un agua
que fluye por los laberintos del lenguaje, yo que morí con cada
signo, cada metáfora, cada grieta que se abría entre el deseo
y la razón, aún revivo bajo las cenizas de mi cuerpo en el lugar
donde la voz habla para sí con las heridas viejas que me aproximan
poco a poco al silencio, a la fría estación que solamente yo habito.
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