Detrás de la lámina oscura de mi piel hay mundos de luz
donde fulge el sol de la vida, aquí en este hueco de sombras,
bajo el armazón de la carne, la lluvia cae como un rocío
que humedece la letanía inmortal de los ciclos que vagan
por las arterias, salpica el orden que vive en la cordura,
traza ríos y crea cosmos de pálido hielo, derrota a la luz
con su opaco clarín de despedida, y es un despertar
de párpados caídos su aluvión voraz, lluvia de la noche
que ensombrece las concavidades, atenúa la esgrima
del corazón excitado por los impulsos febriles del deseo,
riega los poros y vaga por los intersticios de este mar
que surca las latitudes de mi continente con olas dulces
de lluvia nueva, abate a mis ojos para ser borrasca de amor
que llora un arco iris de paz, donde habitas tú, sin saberlo.
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