Hasta el fondo llega la mirada que busca la raíz del tiempo
en una imagen sin presente, y es la memoria quien entorna
los párpados y fija en la lisura del azogue los contornos de la piel,
les da color, brillo, pátina de esqueje de lo que será árbol de ramas viejas,
pero que hoy revive en la faz amiga de un cristal pulido, el mismo espejo,
la misma habitación, idéntico el amanecer, el claro fulgor de la luz,
el aire que inspiro y espiro, yo aquí sin ser yo el que se ve, sin la voz
que ahora imita la voz del joven que fui aunque ya no se parezca a la mía.
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