Como en un filtro de voces nuevas tamiza el tiempo
la lluvia del ocaso, le da el vigor atemporal del aire
en la vaga sombra del recuerdo, vienen caballos
sin grupa a morir en las islas de la noche, estás tú
en el insondable pozo que amamanta las luces
que titilan con su débil haz de faro agónico;
en redonda efigie la memoria del hogar
y su contorno donde habitó el eje ambiguo
que aún me guía por las oscuras sendas de la evocación
y el sonámbulo corredor mis años feraces; crece el orín
de las palabras cuando bajo la frágil claridad repito
ante el espejo lo que oí sin la conciencia de enaltecer
el nombre de las cosas, sin la lucidez que ahora,
senil adagio de un cosmos en fuga, brilla en mi voz.
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