“La violencia es el miedo a los ideales de los demás”
Mahatma GandhiSoy la línea firme de un sari,
el candil que ilumina a los espíritus callados,
la fe que la conciencia esparce entre los lirios.
Fui destino de ley, mansedumbre, al fin,
catálogo de espigas rotas en mi nombre.
¿Qué huella deja un ser que vive de rodillas en el tumulto árido?
El sur, la pulsión del colibrí en mis hombros,
el alfanje del suburbio, esta piel aceitunada
que se hinca como una flor sin alma.
Alcémonos con las alas del sueño,
seamos los príncipes del silencio,
pero hostiles igual que un pétalo de piedra
que nadie podrá mover.
Es la unión el eje de la verdad,
nuestra sed reclama un orgullo de milenios,
lunas encendidas, pasión mística
que se encumbra como una rueca de oro,
gira su óbolo, imparable el aliento de la vida.
Venid, hermanos que clamáis,
cascabeles que no cesan de bullir,
venid con la sal del odio que ya es azúcar en los labios,
mudez de ojos grandes, inamovible cintura de un pueblo.
Este país aún es virgen, pero crecerán sus mármoles
con un lenguaje antiguo, no el impostado,
acacias e higueras manarán del luto,
no como la blanda raíz que amarillea en la piel albina,
nunca más como un látigo real sobre la certidumbre del destino.
Nada quiero que no pueda irse sin mí,
paz y un brote de nenúfar en el lago de la eternidad.
Y ahora que hablen los niños con su voz de futuro.
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