viernes, 26 de junio de 2020

Mis amigos y yo


No había visto nunca nevar en Santiago.
Y lleva todo el día, sin parar.

A las nueve en el pub
calentaremos el cuerpo, seguro.

Qué hermoso el tejado
con su pátina blanca.

¿Eres idiota o cursi?, si te oyera, Lourdes.

Porque tu imagen es diferente, verdad.
¿Ante ella eres el puto amo, o no?
Cómo finges, amigo.

Y es que Lourdes te gusta tanto
que se te empalma
ya sabes qué
con solo oír su voz,
oler su perfume,
notar el tacto de sus dedos
tan cerca de la entrepierna.

¿Quién vendrá hoy?

Estoy harto de Manolo,
le dije que me tradujera un poema en francés
y llegó como un perrito,
enseguida, a babear las letras.

Andrés se fuma todos los chinos
pero nos consigue costo.

Andrés y yo hablamos a veces,
hablar es como encender un fuego
en el desnudo interior,
el timbre suena,
qué impuntual es Alberto.

En octubre yo esperaba lluvia,
nieve, no,
el ánimo está alerta
como si desconfiara
de los silencios de la noche.

¡Vamos Alberto, capullo, que siempre llegas tarde!

Qué gracia de copos,
qué bendición de fibras frágiles,
qué ardid de gotas escarchadas
que me besan sin un después,
sin esperar el mañana.

Yo sé la ruta y Alberto, también.

Él y yo nos miramos,
bajo las arcadas de la rúa
que nos conduce al Galo
se oye el gorjeo
de los ateridos pájaros.

¡Joder, Alberto, qué puto frío!,
a ver si llegamos pronto,
hoy le atizo al aguardiente, y tú.

2 comentarios:

  1. Espontáneo y natural con el lenguaje cotidiano y más arriesgado para un poema. Pero todo suena muy bien en estas imágenes de ambiente adolescente o juvenil.

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  2. Gracias, Julio, por pasarte por aquí y comentar este poema. Un fuerte abrazo.

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