¿Qué decirle al tiempo que no sepa?
Dios de agujas y arenas, microscópico ser,
rutina que gotea una luz sombría. Yo le diré
que mi vida está guardada bajo la nieve,
le diré que lo efímero es un jardín de flores inolvidables,
que un soplo de quietud, el éxtasis de un beso,
el sol de la experiencia, el amor entregado
sobreviven al eclipse, al sudor de la piedra,
al maldito puñal de las horas.
En este singular instante en que respiro tiempo,
inconsciente del segundo que me lanza, lentamente, a la caída,
yo mixturo letras, letras infantiles, anárquicas, torpes,
letras que divagan y mienten, letras sin ayer ni mañana
porque las llevo escritas en la piel, en el corazón y en el silencio.
Quisiera un alud cuajado de historias sin futuro,
nada significa la verdad de otro si no hay un roce,
una comunión o un desengaño. De mármol y acero
mis vivencias sin sombra, vestidas de suspiros y humo.
Le diré al tiempo, que vive en mí una inmortalidad
que no es la de las fotografías, ni la de las estatuas
ni la de los vídeos furtivos. Una inmortalidad
que fluye con la sangre y amenaza al rutinario existir
con su locura. En ella está la savia gris de la especie.
Sabed, amigos míos, que sois inmortales.
Tal vez lo descubráis un día en la breve lucidez
de un pensamiento.
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